Los insulares llegaban a la final tras golear ayer al anfitrión, el Rubí Cent Patins, con un contundente 1-6, mientras que los pucelanos, se deshacían del Hockey Club Castellón con un 4-0 que reflejaba la solidez defensiva de su equipo que a pesar de los cambios en su plantilla, sigue siendo su seña de identidad.
El partido arrancaba con el máximo respeto a ambos lados de la pista,en un choque de trenes que se ha convertido en los últimos tiempos en todo un clásico del hockey línea nacional. Fruto de ese respeto el marcador no se movería en toda la primera parte en la que las defensas se imponían a los ataques, al tiempo que los dos cancerberos, Javi Tordera en el caso de los grancanarios y James Teed en el del Valladolid, echaban la persiana a sus porterías, dejando el partido por decidirse en la segunda mitad, tras una primera parte cargada de emoción e intensidad, pero sin movimiento alguno en el electrónico.
Ocho minutos eran los que se llevaban disputados del segundo acto cuando la balanza se desnivelaría en favor de los pucelanos a los que la táctica de nadar y guardar la ropa les terminaría dando resultado. Miguel de Saja habilitaba a Pedro Galván, que no perdonaba ante Javi Tordera, que no podía evitar que sus ex compañeros se adelantasen en el electrónico (0-1).
Con Chuck volvió a comenzar todo
El gol no afectaba en absoluto al juego valiente y descarado de un Molina que seguía jugando en la misma línea y encontraba a su caballero andante en las grandes finales. Chuck Baldwin volvía a ponerse la capa de superhéroe y recogía un pase medido de Edu Cabalin, para sorprender al infranqueable James Teed, igualando la contienda dos minutos después de encajar el tanto pucelano (1-1).
Los nervios crecían, con un Molina moviendo la pastilla a toda velocidad ante un Valladolid fiel a su estilo, que defendía con agresividad e intentaba buscar las cosquillas a la contra a los insulares, que daban la vuelta a la tortilla en una asistencia memorable de Kevin Mooney, que Andreu Tomàs alojaba en el fondo de la portería vallisoletana (2-1).
Lo de rendirse no casa con el ADN de un CPLV que volvía a la carga para devolver el golpe a poco más de ocho minutos para el final del choque, en una combinación entre Patrik Sebek y Andrés Baños, que restablecía la igualada en el luminoso (2-2).
El Molina se levantaba del suelo, se sacudía el polvo y mantenía su hoja de ruta inalterable, al igual que el Valladolid que volvía a parapetarse en torno a James Teed, en un final intenso en el que la pegada de los insulares terminaría por finiquitar el choque con dos nuevos tantos de Jan Andrysek y de Andreu Tomàs, que junto a las intervenciones gloriosas bajo palos de Tordera, daban a los grancanarios la segunda Supercopa de su historia (4-2).
La emoción de Alejandro Molina
Alejandro Molina, el presidente del Molina Sport reconocía al término del encuentro que “en todas las finales que hemos jugado, creo que hemos perdido una sola, la de la Copa del Rey del año pasado”. Para el directivo insular, poder comenzar la temporada ganando su noveno título demuestra “la mentalidad del equipo de ir a por todas desde el principio, de ganar a un Valladolid que se ha reforzado para formar un equipo capaz de pelearnos todos los títulos”.
“El equipo ha jugado una gran final y empezamos bien la temporada”, recalca un emocionado Molina, que ya piensa “en la primera jornada de la Liga Élite”. “Somos un club modesto que aunque no tenga tanta visibilidad en los medios, está consiguiendo hacer historia en nuestro deporte y aunque parezca fácil, es muy complicado”.